Los economistas señalan que vivimos un periodo de cambios que están afectando a las empresas. La transformación digital, la preocupación por el medioambiente, la creación de un mercado global. Todo ello requiere servicios de asesoramiento dinámicos, que se adapten a la situación concreta. En un periodo tan volátil, lo que funciona un año, deja de hacerlo al año siguiente.
Los asesores de Crowe, una consultoría online que trabaja con empresas de sectores tan dispares como servicios financieros, energía o salud, opinan que el asesoramiento empresarial hoy en día debe afrontar los cambios y dar soluciones a problemas que parecen irresolubles.
Los cambios que se dan en la economía afectan a las empresas como si fuera un asunto vital. Adaptarse a ellos no es una opción, es una necesidad. De no hacerlo, la empresa corre peligro de quedar desplazada en el mercado.
Lo hemos podido ver con el auge del comercio online. La gente perdió el miedo y comenzó a comprar por internet. Descubrió que era más cómodo que desplazarse a las tiendas físicas. Marketplace como Amazon acapararon un porcentaje cada vez mayor del mercado. Cadenas comerciales como El Corte Inglés se dieron prisa en montar un portal de ventas por internet y en adaptar su logística para servir a domicilio.
Estamos hablando de la principal cadena de hipermercados de España. Sinónimo de calidad y buen servicio. Con más 80 años de antigüedad y presencia en las principales ciudades del país. Aunque no lo parezca, la adaptación de El Corte Inglés al comercio online fue una condición de supervivencia.
Hoy la conocida cadena de centros comerciales tiene una división que se dedica exclusivamente a atender los encargos que le llegan por internet. Mantiene actualizada su web y organiza los envíos desde los almacenes que tiene en cada provincia. Con un sistema de picking que en ocasiones recuerda al de Amazon.
Este es solo un ejemplo. Hoy, prácticamente todas las empresas que hay en España se enfrentan a un triple reto. Vamos a ver cómo les afecta.
La transformación digital.
La Cámara de Comercio de Valencia indica en su página web que las empresas españolas llevan dos años frenéticos de cambios en el terreno digital. De adaptar su sistema de funcionamiento a las nuevas tecnologías. A pesar de ello, señala que aún queda mucho por hacer.
Solo un 30% de las compañías españolas utilizan servicios de almacenamiento de datos en la nube. En esta cuestión, entre los 27 países que forman la Unión Europea, nosotros ocupamos el puesto número 20.
Tan solo un 9% de las empresas de nuestro país utiliza la tecnología Big Data. Un sistema de Inteligencia Artificial que permite procesar millones de datos en tiempo real y propone sugerencias. Un 62% de las empresas no tienen una estrategia digital, con objetivos marcados, y un 26% no dispone de un responsable de gestión digital. Un 20% de los negocios ni tan siquiera forman a sus trabajadores en el manejo de las tecnologías que tiene a su alcance.
En cuanto a los sectores, son los servicios financieros y las telecomunicaciones los que se encuentran a la cabeza de la transformación digital. Mientras que en la industria y el comercio, la transformación digital aún se encuentra bastante rezagada.
Hay una serie de aspectos que se van arraigando en el conjunto de las empresas y en el que se van alcanzando avances significativos.
Uno de ellos es la presencia en internet y el comercio online. El 80% de las empresas con menos de 10 trabajadores cuentan con una página web corporativa. Una proporción bastante grande de ellas utilizan herramientas de marketing digital para consolidar a su clientela y ampliarla: presencia en redes sociales, empleo del e-mail marketing, marketing de contenidos. Respecto a la seguridad digital, un 91% de las empresas con más de 10 trabajadores utilizan herramientas de ciberseguridad, así como un 59,2% de las pequeñas empresas, profesionales y autónomos.
La digitalización de la vida empresarial es sinónimo de productividad. Gracias a las nuevas tecnologías se pueden realizar muchas acciones en menos tiempo y con un menor coste. Liberando a los trabajadores de tareas mecánicas y repetitivas y centrando su trabajo en funciones que proporcionen un mayor valor añadido.
Adaptarse al cambio digital no es una elección. Las empresas que no se suban al carro del cambio tecnológico corren el riesgo de quedar obsoletas y de no encontrar su espacio en esta nueva situación.
La preocupación por el medio ambiente y su influencia en las empresas.
La preocupación por el planeta ha marcado el pulso económico en estos últimos tres o cuatro años. Tal y como señala un artículo publicado en periódico El Mundo, esta dinámica ha impactado a las empresas.
La conocida Agenda 2030 suscrita por la ONU en septiembre del 2015, pretende implantar en 15 años modelos de economía sostenible que sean más respetuosos con el medio ambiente. En concreto, Europa, se ha puesto a la cabeza de la transición energética. En reducir el uso de combustibles fósiles y sustituirlo por energías renovables, adoptando medidas de eficiencia energética que supongan un ahorro de energía tanto para las empresas como para las familias.
Esto ha hecho que actividades económicas que hasta hace poco se consideraban como anecdóticas, hoy tengan una relevancia especial y se conviertan en sectores rentables que cuentan con el apoyo de las instituciones públicas. Estamos hablando, por ejemplo, de la instalación de paneles solares o el desarrollo de empresas de reciclaje.
Con esta dinámica de cuidado del planeta, muchas empresas de construcción se han transformado en empresas de reforma. Centrando una parte importante de su actividad en lograr que los edificios sean eficientes energéticamente. Los talleres de carpintería de aluminio, que tanta presencia tuvieron durante el boom inmobiliario de principios del siglo XXI, hoy instalan cerramientos de PVC con subvenciones públicas.
La protección del planeta no solo afecta a las empresas de la construcción o a la industria del reciclaje. En un sector como el turismo estamos asistiendo a la emergencia de nuevas propuestas como el ecoturismo y el turismo sostenible, que cuenta con una gran aceptación en una parte cada vez mayor de la población.
Las políticas de protección del planeta están abriendo nichos económicos que resultan rentables para aquellas empresas que se atreven a explorarlos.
El aumento de la conciencia ecológica está cambiando la concepción que la ciudadanía tiene sobre las empresas. Si hace unos años, una empresa que adoptaba medidas de responsabilidad con el planeta era admirable; hoy una que sea señalada como contaminante es repudiada por la sociedad. Hasta el punto que puede dar lugar a un boicot no orquestado que puede dificultar la comercialización de sus productos o servicios. Con el tiempo, que las empresas cuenten con una política ecológica y participen en una economía circular y sostenible, se va a convertir en la norma.
El mercado global.
Internet ha derribado las barreras geográficas. Productos que se fabrican en un extremo del planeta se venden en la otra punta del globo. Ya no solo a nivel mayorista y a empresas distribuidoras, sino directamente al consumidor.
De esta transformación que concibe el mundo como un gran bazar, no solo se están beneficiando las grandes empresas, sino todas aquellas que con independencia de su tamaño saben aprovecharse del cambio.
Hemos visto como empresas locales que tenían un ámbito de actuación reducido, hoy venden sus productos o prestan sus servicios a escala internacional. La circulación mundial de capitales y mercancías ha dejado de ser patrimonio exclusivo de las grandes corporaciones.
Esta situación, que abre grandes posibilidades económicas, también encierra retos a los que las empresas se deben enfrentar.
Uno de ellos es la logística. Si una empresa vende productos a distancia, debe contar con empresas de envío y transporte para atender la demanda. El tráfico internacional de mercancías implica el pago de aranceles, la tramitación de permisos y la adaptación a las legislaciones locales.
Este es uno de los aspectos más importantes del comercio internacional. Aunque solo operáramos por internet, el hecho de vender productos o prestar servicios en otros países nos obliga a adaptarnos a sus leyes. En ocasiones, tenemos que pagar impuestos en esos países. Es aquí donde un buen asesoramiento fiscal y jurídico se hace indispensable para las empresas. Al igual que sucede en España, en el resto del mundo, el desconocimiento de una ley no exime de su cumplimiento.
Trabajar a nivel internacional, aunque seamos una pequeña empresa, implica formar al personal y adaptar nuestros medios a estas nuevas relaciones comerciales. Por ejemplo, si tenemos como cliente a una empresa de oriente medio, no solo necesitamos trabajadores que sepan hablar inglés para que puedan comunicarse con ellos. Es interesante que los responsables de las operaciones tengan nociones sobre la cultura del país para no incurrir en errores.
Si tenemos una tienda online, que por eso de la magia de internet, vendemos productos en Inglaterra, la web no solo debería autotraducirse con un plug-in. Tendría que adaptarse a la idiosincrasia del país donde recibe las visitas.
Las empresas, pues, se enfrentan a una realidad con múltiples frentes abiertos que requieren un asesoramiento acorde a la situación.